viernes, 27 de julio de 2012

Visión poética en el bar Serena

El otro día estuve con Figueroa
y hablamos sobre sus recuerdos
en los viejos cines del centro de Santiago.
La tarde era húmeda y olía a durazno,
el otoño imponente entrando por las puertas
del bar Serena.
Un tarot celta coronaba la mesa del golum parloteador
que langüeteaba mi brazo,
yo estaba en la barra. Con Figueroa.
(Una buena barra debe tener apoya -pies y butacas cómodas
donde puedas reflejarte en los espejos de sus escaparates).
(La vida como una escena impresionista).
Figueroa,
El golum,
Don Hernán,
Manuel,
El profesor
esbozos narrativos de una realidad paralela,
una radio canturreando: “Nuestro amor es así, para ti y para mi como una receta”.
Figueroa hablándome sobre la literatura española del s.XV y el golum vendiendo su dignidad
por una caña de tinto,
observo tristemente cómo el golem de nuestro tiempo limpia mesas con un delantal
colgando de la cintura
(¿no ven acaso que es el mismísimo golem el que se pasea frente a sus narices?)

La poesía entrando en aquel bar infausto y apoderándose de aquellos hombrecillos sin pasado,
yo parada en el medio de aquella posesión, sin saber cómo actuar ni qué hacer,

(lo único que había aprendido en la vida era a levantarme las faldas y ofrecer mis húmedos muslos
a cualquier remedo de hombre que tuviera una pija decente;
mi dormitorio escarchado de amor
las maletas tiradas al fondo de la habitación, con los harapos prestos a salir huyendo apenas cayera la noche).

Invoqué a todas mis apariciones, a todos mis santos, a ese loco niño a quién amé una noche y un día entero.
Le pedí que no se fuera, y tuve miedo,
me invadió un miedo ancestral y pensé que no era yo la hija de esa mujer,
pensé que la víbora añosa había decidido marcharse dejándome sola en esta otredad infinita
y solo se me ocurrió reír.
Reír en medio de la embriaguez de la noche.


Katherine Pizarro

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