miércoles, 21 de diciembre de 2011

Inmersión.

Desde las profundidades 
abrieras paisajes
como máscara de cuchillo destrozando su antes metálico
dejaras en montañas y tugurios 
ocultas las llaves sagradas,
cansado del grito
que más se parece al eco que a su boca,

La boca del mundo no levantara su paladar
porque a coletazos 
entraría el sol de las caídas eternas
tropeles de atardeceres devastando décadas en las alturas
inalcanzables de las piedras,
en el rugir del mar pariendo serpientes,
entraría el sol
al modo de la lluvia al cielo templado cuerpo arriba,

Y el mundo sigiloso en su tumba 
te viera rodar por la luz de las espadas cavernarias,
años enredados en su naturaleza críptica,
cuando los árboles tenían manos
y eran pájaros flotando en la selva tranquila
de los momentos inmemoriales,
resurgir de la historia muerta en su leyenda,
atravesando su temperatura clara de bestial sombra
en la oscura noche en que las distancias se irguieron
como un individuo inapetente de su carne nueva,

Y la alma única de todas las sustancias 
sin distinguir asesinos ni olores
te sintiera, ciego, en su oído inconmensurable
de ruidos pretéritos,
temblores que destruyen antes de moverse
y las ventanas actuales temieran su origen,
desierto envuelto en un espiral terrible
perdiendo el eco circular de la búsqueda
que más se parece a la lengua fallecida que a su boca.

Jugando al tiempo con ojos de arena inversa
o polvo marítimo
olido por miles de elefantes
tan diminutos como el olvido de su memoria.

Entonces de la pieza de tu espíritu, corres al rey,
pasando de trono de chacras a caballo sin vuelo
y de igual manera horrorosa,
espanto de niño dormido en tu cabeza vieja,
cargas un imperio de cielo o madera
en tu pecho.

Jugando al espacio en tus manos ávidas
confundes al destino con el tacto
a lo invisible con la muerte.

¡¿Así la cebra daría golpes de sangre, no?!
Al ver que se le han borrado las rayas
imperturbables de su estilo.

Antes de sacudirle objetos a los paisajes
y expulsar el caparazón pegajoso de la luna
criatura fulgurante de los besos extraviados
en la primera noche vestida de tragedias,

Antes de desvestir la vida
en los dinteles obsoletos de un pasado
que camina a paso de despotricado fuego,
poniéndole tus fantasmas verdes
esferas destripadas dando vueltas en su inocencia,

Antes que decidieras la apertura de mordaces maneras
para los años contados en el péndulo 
soberano de los periodos,
bestias estriadas de negros horizontes,
¡No sé si debiste o no!
Por cierto sí,
el error tuvo forma de pintura separada del mundo
orbe ahogado en los exilios de la génesis
para quizás nunca regresar.


Rubén Montaña


martes, 20 de diciembre de 2011

Amor Mío
Ante tus constantes dudas e imprecaciones
Qué te puedo decir…
Me gusta que me la metan
Hasta el fondo
Con fuerza
Infinitas veces
Como un taladro fuera de control

Es verdad que quisiera que una verga monumental y pétrea
Más grande y dura que la tuya
Me partiera en dos

Hasta la más sucia de tus suposiciones
Es cierta
Amor mío
Ante tus constantes dudas e imprecaciones
¡Qué más te puedo decir!



Algunas consideraciones acerca del estado del arte en Chile

Amor mío
Debo confesarte
Que
Los poetas, en general
No todos, claro
Lo tienen
Chico
Pero entusiasta

Los pintores
en cambio
lo tienen grande y gordo
pero débil como una ballena agónica
varada en costa equivocada

Los milicos y pacos
Imagino
Lo deben tener duro y arqueado
Como sus corvos asesinos

El tuyo mi amor, en cambio
Es hermoso como un arcángel
Pero está lleno de veneno



Beso de orugas

Beso de orugas
Abrazo con púas
Babas ácidas encerrando bocas caníbales
Infinitas de grandes
Grutas espectaculares, hoyos negros
Besos negros
Con la lengua cavando minas antipersonales
Perversidad
En llanuras carnosas
Apareamiento en baño público
Mostaza en la entre pierna ardiendo
Condones como papel de lija
Y la pena impertinente
Golpeándome la cabeza contra la puerta
Luego la derrota natural de la especie
De esta especie de sapos insaciables
En que nos hemos convertido
Nosotros
Los príncipes y las princesas.


Del libro Abyecta.

Elizabeht Neira
Cristina Chain

Tijeras turcas podaron mi…


1
Amo la explosión
De los coros
Al alba
De todos los pájaros
En esa ciudad.
Cuando los sueños
Aún no se evaporan.
Yo amo esa hora
De la tarde
En que ellos
Lloran la luz.

2
Podría decir que estabas esperando que este corazón mío, que
Anoche soñó con peces nítidos, se ahogara solo.
Creo que nos hemos ido al mismo tiempo que la muerte de un
Amor sin agua.

3
A esta hora no hay más música que los pasos al baño,
El refrigerador matando el hielo,
Un teclado silencioso.
Nada resuena en los pasillos.
La historia no la viste tú solamente,
La biografía de llena de ejércitos.
Esta vez se hilvanan otras coartadas,
Donde se pierde el lobo incluso.
Y la niña con su feo nombre
Sigue el sendero que la encuentra mintiendo.
Todo tiene su espejo.
Mira sus dobles.
No me está gustando este paisaje
Que refleja el crimen,
No me está gustando
El cielo ingenuo.




4
Ese vacío al que te lanzaste
Era el mío.
No el tuyo buscando alas para traspasar mi umbral.
Ese vacío era el mío.
El de la boca que no pudo alcanzarte como túnel hacia la esperanza.
5
Y yo vivamuerta me balanceo de izquierda a izquierda
Atrapando un corazón que cuelga de un sauce y bajo el agua que
Muere y se estanca yo vivamuerta canto como la niña que canta
Sola yo locavivavivaloca canto sobre el columpio que rompe con
Mis pies el agua

6
¿recuerdas
Que me perdía
Entre el humo
De eso que fumabas?
Cualquier camino
Llevaba al amor
Y lánguidos
Caminábamos
Hacia el final.

7
Después de todo un escorpión me mira desde
Una esquina de la vigilia
Y sobre todo traduce con mis ojos que ya no
Habrá más miedo
Que éste que se desdobla en placer.

8
Y cuando bóxer los objetos sin disposición .Si anatomía.
Pequeños regalos anacrónicos. Cuadros desfallecidos. Piernas
Incongruentes. Vellos que se despliegan y entierran. Grandes
Detalles ajenos como un árbol lejano o una calle sin zapatos o el
Gesto amargo
Cuando amenaza dejar de amar. Cuando vacila en el beso y ella
No es Isolda es sólo una mujer desconocida y un placard sujeto a
Traumas. Cuando el amanecer ya no llega jamás y su blancura es
Ensimismante la boca pálida las curvas no se desplazan.

9
Animadas y muertas
En los volcanes inertes
Embriagadas cortantes cerradas asesinas
En sus pieles se acostaba
El animal enfermo

Huían del día
Apagando túneles
Mudas reventaban en la sal del cuerpo
Qué había en el cielo
Cuando se cerraba la cortina
Y se abrazaban garras lobas hijos nubes
O un soldado
Apuntando al miedo
De guerra entre sus muslos.

  
Texto del libro Tijeras turcas podaron mi…

jueves, 1 de diciembre de 2011

Asedios
Tres

- Mírame, dice. Esta herida larga larga con que esos chicos se conmueven y la frotan con la boca, esta misma herida- me dice y muestra su otra herida.

Y no que nos duele, es cierto que nos duele, pero esta vez, no queremos que nadie sepa, que nadie se entere que lloramos por las noches juntos cuando en ese cuerpo de rabias, en esa parte de la página en blanco, no se dice mi nombre, tampoco el suyo.

-;Míreme- dice. Tan solitas y discriminadas que nos toca el cariño cuando bailamos en estas piezas vacías.

Abandonamos los pliegues de antiguas conversaciones, recíprocos de agradecimientos cercados y enteros bailamos entonces, unidos por la constancia. Una voluntad que une a mordiscos marcó nuestra frontera, porque sabíamos que nuestra perversidad no radica en el sentido más oscuro de la palabra, sino en habitar aquello que naturalmente hacemos y que hacemos tan bien. Es saber que nos queremos y que nos iremos esta noche juntos.

Tú sentada en medio de la pista de baile. Yo, todo lo hombre que no soy. Cuando dicen que en mi mujer habita un masculino homosexual. Cuando digo que sería odiosa queriendo ser tú, peligrosamente cerca me tomas por la espalda y me elevas hacia ti porque reconocemos de inmediato la forma pronunciada de querernos.

Y digo que te quiero así, todo mía, resplandeciente, disfrutándose la rabia y me dices que toda la vida, y yo digo toda mi noche contigo. Tus brazos se mueven. Nuestras piernas.

Tú, niño imposible. Yo, el hombre de la pista bailable, la bailarina de la noche. Bailando felices de asfixias y besos, de aromas y peces. Aunque nos miren y nadie entienda no quiero que la música termine, no quiero que te vayas. Aunque jamás sepa lo que haces por las noches. Prométeme al oído que nos vamos a escribir, aunque jamás sepa lo que haces debajo de los puentes, y que nos vamos a llamar, aunque no me llames y a escondidas sigamos imaginando que escribiéndonos la rabia multiplicamos esta furia y de frutosos abrazos y acariciarnos el pelo se alimentan nuestras intenciones.

Así, esta noche será con menos gente ¿Te imaginas?

 [Prohibida su reproducción total o parcial sin consentimiento del autor]
Novela en proceso. Fragmento