martes, 31 de julio de 2012

Notas (YERKO MEDINA)

Nota primera.
Será que vivo otra vez la representación de una obra sin fin, reencarnando a un mismo personaje en un ambiente distinto, siendo este atormentado por la misma condición.
Será más ajena que propia la pertenencia de esta voz, de estos cuerpos, de esta carne y huesos, cada uno siendo parte de un vestuario común para un siempre variable elenco.
Será que la propiedad es una artimaña de manipulación.
Es ahora que la vida me parece la más trágica novela, o quizá el horror mejor armado.

Nota segunda. (Escrita apenas terminada la primera)
Será que me enamoré del seno ajeno, del vientre materno, o será que confundo el vientre virgen con la muerte del no nato.
Ausente grito noctambular, ya serás domesticado por el fierro afanoso.
Miento pues sabiendo que no puedo pretender el dominio de lo que deseo dejar en libertad.

Nota Tercera.
Aquel sapo pétreo insiste en querer hablarme, algo tiene que decir, pero no le doy oportunidad de decirlo.

Nota Cuarta.
De esperar se tratan estos tiempos en que los presurosos gobiernan con fuerza y los pacientes descansan durante este eterno invierno acaecido repentinamente sobre nuestras cabezas a la par con la tecnología. Así el que es manso se ve descolocado y no le queda más que renegar de aquello que se le presenta, transformándose de esta manera en un desertor de lo humano en la mayor universalidad del término.

Nota Quinta. (Al aire)
Conservo la calma mientras se me atiende con la bienvenida belleza. Enciende la llama irlandesa con ese whisky ojos penetrantes y llénalo de tu pubis castaño. Saborea estos labios en tu mente mientras yo penetro la consciencia de tu sexo revolucionado. Robaste el ambiente bien conocido y lo reemplazaste por la masa odiada, pero no puedo negar lo indecoroso de mis deseos. Hacienda del placer prohibido, ábreme tus puertas de mujer madura y traiciona el sentir acostumbrado. La luna me traiciona. Corrígete, enmienda tus errores. Nerviosismo en la mirada empañada por el humo intencional. Una vez más confundo la relación indecorosa pensándola una virgen cuando en realidad deseo a quien no debo, puesto su vientre fue ocupado por un pene naciente, flácido, pequeño pero igual de pecaminoso.

Nota sexta.
No pienso, por ende no existo. Hazme existir cálida vagina de mujer.
Roja tu vestimenta como rosadas tus mejillas, corriente hiladora, encuentra el rojo hilo.
Bienvenido el trasero de nuevo busto.
Recíbeme pensamiento alienado por soledad y alcohol.
Música carnavalesca, te odio con mi ser enajenado y docto.
Bien recibida atención, te agradezco en letras que no conocerás.
 Yerko Medina
 
 
 

viernes, 27 de julio de 2012

Visión poética en el bar Serena

El otro día estuve con Figueroa
y hablamos sobre sus recuerdos
en los viejos cines del centro de Santiago.
La tarde era húmeda y olía a durazno,
el otoño imponente entrando por las puertas
del bar Serena.
Un tarot celta coronaba la mesa del golum parloteador
que langüeteaba mi brazo,
yo estaba en la barra. Con Figueroa.
(Una buena barra debe tener apoya -pies y butacas cómodas
donde puedas reflejarte en los espejos de sus escaparates).
(La vida como una escena impresionista).
Figueroa,
El golum,
Don Hernán,
Manuel,
El profesor
esbozos narrativos de una realidad paralela,
una radio canturreando: “Nuestro amor es así, para ti y para mi como una receta”.
Figueroa hablándome sobre la literatura española del s.XV y el golum vendiendo su dignidad
por una caña de tinto,
observo tristemente cómo el golem de nuestro tiempo limpia mesas con un delantal
colgando de la cintura
(¿no ven acaso que es el mismísimo golem el que se pasea frente a sus narices?)

La poesía entrando en aquel bar infausto y apoderándose de aquellos hombrecillos sin pasado,
yo parada en el medio de aquella posesión, sin saber cómo actuar ni qué hacer,

(lo único que había aprendido en la vida era a levantarme las faldas y ofrecer mis húmedos muslos
a cualquier remedo de hombre que tuviera una pija decente;
mi dormitorio escarchado de amor
las maletas tiradas al fondo de la habitación, con los harapos prestos a salir huyendo apenas cayera la noche).

Invoqué a todas mis apariciones, a todos mis santos, a ese loco niño a quién amé una noche y un día entero.
Le pedí que no se fuera, y tuve miedo,
me invadió un miedo ancestral y pensé que no era yo la hija de esa mujer,
pensé que la víbora añosa había decidido marcharse dejándome sola en esta otredad infinita
y solo se me ocurrió reír.
Reír en medio de la embriaguez de la noche.


Katherine Pizarro

jueves, 26 de julio de 2012

Poemas de Lila Díaz Calderon

Lila Díaz Calderon


Lila Díaz (Santiago de Chile 1975) poeta, artista plástica y Master en Edición literaria. En 1997 recibió la beca de creación literaria de la Fundación Pablo Neruda y posteriormente publicó los libros Cacería (Editorial Ril, Sgto., 1999) y Léxico Fuego (Ediciones del Temple, Sgto., 2001). En el 2003 la revista “Callabash” de la Universidad de Nueva York publicó sus poemas en edición bilingüe. En el 2004 la revista “Rattapallax” de Nueva York publicó parte de su trabajo inédito “Mansiones de Guerra”.
Sus esculturas en vidrio han sido exhibidas en el Instituto Chileno Alemán de Cultura, en la galería de la Fundación Pablo Neruda y en la Universidad Diego Portales.

Del libro “Léxico fuego”

Jaurías
Insidiosa intensidad del cuerpo
la presa y el cazador a la deriva
jugueteando en el ojo
en el arma que es cuerpo- cuchillo.

No es necesario ocultar las armas
en el rastro, el deleite
destella el ángulo
el perfecto ritmo del ataque.

Solo se es fiel a la propia intensidad
no es la frente o el árbol
son jaurías avanzando desde adentro.
Mal de ojo es el brillo
en la mira del arquero.

Mecánica

Nada hay en su arte
nada en el sable
o la mano abierta del guerrero
nada nuevo en la derrota
sólo mecánica del golpe
perfecto trazo del dibujo.

Trueno

Débil la carne frente al fuego
débil la lengua en la palabra
nuestro templo
cargamos con todo consientes de la furia
del inagotable trueno que es léxico.
Furioso canto de sirenas
nuestra lengua.

Del libro inédito “Mansiones de Guerra”

Mano armada

A una mujer se le humedecen las manos
y camina en círculos las calles de Chile,
lleva un arma envuelta en pañales
un no nato
que disemina esporas y balas.
La mujer metralleta destella
la pólvora de sus mejillas,
cada latido de sus venas
es un nuevo mantra,
un zumbido que cae a gotas
un segundo antes de la emboscada.
A una mujer se le humedecen las manos
y tiembla el gatillo en el cielo que la acompaña.

Túnel en los ojos

Quizás hoy en Tel Aviv
un niño lleve un túnel en los ojos.
Un túnel, pero no las flores
con que escribirán su nombre
entre las piedras,
no el recuerdo de su rostro empapelando las calles.
Puede ser que detenga un bus
como lo hacen todos al salir del colegio.
Con dedo nervioso recorra los cables alrededor de su cuerpo
el chofer descubra en esos ojos paredes infinitas,
y a los dos algo les aplaste
será el alma contra el pecho,
quizás el torso con los explosivos.

Figuras espías

Ojo con el ojo numeroso de la bomba.
Oscar Hahn.

Alerta los sentidos
en el temblor de las manos,
figuras de cera en el filo de sus lanzas.

Aguda vista en la carencia
en la frente expuesta del cíclope,
fauces en el engaste de su piedra.
Certero ojo de Medusa
en piedra el cuerpo del enemigo,
visión estratega el ojo oculto de sirena.

Un ojo en el destino,
doble filo en el transcurso del tiempo
sentido abisal de las Moiras,
perfecto corte en nuestra piel
y en el destello de sus tijeras.
 
 

miércoles, 25 de julio de 2012

REVÓLVER SOLUCIÓN FINAL

 Poema etílico n°39
REVÓLVER SOLUCIÓN FINAL

Revólver Solución Final….el revólver que no puede faltar en el velador de un inquieto suicida…prefiéralo!!!!!
...
Quiero pegarme un tiro sólo uno
el más certero el más eutanásico
con un revólver que garantice mi muerte anhelada
paracabar con estos sufrires crónicos
y restablecer el orden en mi alma encabritada
mi alma encerrada en un palomar vacío
con las manos repletas de crujientes migas creadas
por la mujer que ha sido el síntoma letal de mi sin vivir

QUIERO PEGARME UN TIRO SOLO UNO
EL MÁS CERTERO EL MÁS EUTANASICO
quiero viajar en TREN-DESTINO-EXPRESS parada final
con mis dedos marcados por la sangre azul de mi Bolígrafo Rebelde
con los ojos más vidriosos desta tierra de lágrimas
con mi corazón webeta envuelto en inflamable muérdago
y al saber mis intenciones HUYES HUYES TAN COBARDE MUJER!!!!!
MIENTRAS MIS MUERTOS PARTICULARES CAEN SOBRE MI CARNE
Como un ejército de naipes me sepultan en mi cama
Y YO… YA NO TENGO RESPIROS YO… YA NO TENGO FUERZALGUNA
YO…. YA NO TENGO GANAS DE VIVIR
porque… porque he sido un malogrado poeta
un poeta perdido de menos a MÁS de menos a MÁS
ya sin magialguna para mantenertencantada

QUIERO PEGARME UN TIRO SOLO UNO
EL MÁS CERTERO EL MÁS EUTANÁSICO!!!!!!!!!!!!!!!
Día a día me extravío entrestos grises raspacielos
SUBO Y bajo SUBO y bajo pisos y pisos
tragando saliva cada vez que a un ascensor subo
UN TRAPECISTA HIPOCONDRIACO EN LOS ALTOS TEJADOS DEL MUNDO
UN ALQUIMISTA SIN PODER ALGUNO SOBRE LA MATERIA
UN REO CON PRESIDIO EFECTIVO SEDIENDO DE LIBERTAD
sin la musa que alimenté de versos y versos de amor…verdadero.
….EL MÁS CERTERO ….. EL MÁS EUTANÁSICO
ARMERÍA EN LA MIRA….
Estricta confidencialidad!!!!
CALLE DE LOS PENDENCIEROS 2395 – La Serena, Chili
ALARMA DE PROMOCIÓN!!!!!!!
ALARMA DE PROMOCIÓN!!!!!!!!!
Dentro de las 24 horas siguientes, si usted compra Revólver Solución Final, exija su Pack con 5 balitas de plata de regalo, por si falla la puntería!!!!!!!!!!!!



Patricio Fernández

miércoles, 18 de julio de 2012

GRAN MARCHA HERÓICA

GRAN MARCHA HERÓICA

Arriba, un atrevimiento de águilas, abajo, el pecho del pueblo y en la línea definitiva, entre los altos y anchos candelabros de la Humanidad, y las trompetas que braman como vacas, entre naranjos y duraznos y manzanos que, como caballos, relinchan, entre barcos y espadas, rifles y banderas en flor, al paso de parada negro y fundamental de los héroes, tú y tu ataúd de acero.


La multitud descomunal y subterránea, abate en oleaje su ímpetu de serpiente y ataca su fantasma y su palabra, como un toro la estrella ensangrentada.


Caemos de rodillas en el gran crepúsculo universal, y lloran las sirenas de todos los barcos del mundo, como perritas sin alojamiento; se acabó la comida en los establos contemporáneos y el último buey se destapa los sesos, gritando; el bofetón del huracán, partiendo los terciopelos del Oriente, araña el ocaso y le desgarra el corazón a puñaladas, cuando el fusil imperial de la burguesía pare un lirio de pólvora y se suicida.


Al quillay litoral le desgarran la pana los relámpagos de las montañas, y tremendamente da quejidos de potrillo recién nacido en el estercolero, porque su conciencia vegetal naufraga en el aroma a sangre.


Canto de estatuas, grito de coronas, llanto de corazas y bahías, y el discurso funeral de los cipreses que persiguen eternamente lo amarillo, te rodean; nosotros, entre lenguas de perro y lágrimas elementales, no somos sino sólo fantasmas en vigencia; lo heroico, lo definitivo, la ley oscura de la materia en la cual todas las cosas se levantan y se derrumban con el único fin de engendrar padecimiento, emerge de ti, porque de ti, porque tú eres la realidad categórica; y cuando los pollitos nuevos del mar a cuya orilla enorme te criaste, pían al asesinato general del ocaso, los huesos de Tamerlán echan grandes llamas; escucho el funeral de Beethoven ejecutado por setecientos maestros de orquesta, frenar la tempestad, sujetándola, como el desnudo adolescente los caballos rojos de Fidias y el cielo está negro lo mismo que mi corazón; las espadas anchas, las anchas espadas que abrieron los surcos profundos que no cavaron los arados, las espadas embanderadas de historia, se te someten y te lamen como el perro del mendigo; cuadrigas y centurias, haciendo estallar el sol sonoro, al golpear la tierra hinchada con el eslabón de la herradura, levantan polvaredas de migración y el bramido de las lanzas es acusatorio y terrible debajo de la lluvia oscura como la mala intención o un cobarde; adentro de las campanas choca la luciérnaga rota con su farol a la espalda, llorando; huyendo del incendio general, leones y chacales se arrojan a la mar ignota y las serpientes repletas de furor se rompen los colmillos en las antiguas lanzas; un gran caballo azul se suicida; borrachos de sol y parición en generaciones del Dios pánico y dionysíaco, los sacerdos-escarabajos están gritando la maternidad aterradora en miel de pinares y resinas de gran potencial alcohólico, que debaten entre ramajes la violencia tremenda de la naturaleza; el Clarín del Señor de los Ejércitos empuña la espuela de oro de la gran alarma y los soldados.


Cargado por nosotros, marcha el féretro como una rosa negra o un pabellón caído, con espanto aterrador de fusilamiento; rajados a hachazos los pellines encadenados al huracán aúllan; tú eres lo único definitivo, hundida en tu belleza de pretéritos y de crepúsculos totales, caída en todo lo solo, herida por el resplandor de la eternidad deslumbradora, mientras errados, nos arrinconamos adentro de nuestras viejas negras chaquetas de perros.


Por el camino real que va a la nada marcharé (caballo de invierno), en las milenarias edades; hoy, mi espada está quebrada, como el mascarón de proa del barco que se estrelló contra lo infinito y soy el animal abandonado en la soledad del bramadero; perteneces al granero humano, tétrico de matanza en matanza, y te robaron de mis besos terribles; braman las campanas pateando la atmósfera histórica en la cual se degüellan hasta las dulces violetas que son como copitas de vino inmortal; la tinaja de las provincias echa un ancho llanto de parrones descomunales, gritando desde el origen.


Arde tu alma grande y deslumbradora como un fusil en botón y a la persona muerta la secunda la ciudadanía universal otorgándole la vida épica como a una guitarra el sonido; como un solo animal, acumular la eternidad, triste y furioso a tus orillas, es mi ocupación de suicida; como ola de sombra, el comercio-puñal de la literatura nos ladra al alma cansada y los cuatreros, los cuchilleros, los aventureros y el gran escorpión de la bohemia nos destinan su sonrisa de degolladores, echada en sus ojos de cerdo.


Sobre el instante, la polvareda familiar gravita y empuña el pabellón de los antiguos clanes; tu eres el escudo popular de los de Rokha: tronchados, desorientados, conmigo a la cabeza de la carreta grande, tirada por dos inmensos toros muertos, hijos e hijas, nietos y nietas, yernos y nueras dan la batalla contra la mixtificación tenebrosa y estupenda de los viejos payasos convertidos en asesinos; a miel envenenada hiede el ambiente o a calumnia y perro; los chacales se ríen furiosamente y tremendamente arañan la casa sola como sombra en el arrabal del mundo, allá en donde remuelen el pelele y la maldición, tierra de escupos y demagogia, llena de lenguas quemadas; porque mi desesperación se retuerce las manos como un reo que enfrenta los inquisidores, a cuya espalda chilla, furiosa la Reacción, como negra perra vieja en celo; andando por abajo, los degenerados nos aceitan y nos embarran el camino, a fin de que el cegado por las lágrimas dé el resbalón mortal y definitivo del que se desploma en el mar rabioso que solloza echando espuma y se derrumbe horriblemente.


Juramos pelear hasta derrotar al enemigo enmascarado en el enemigo del pueblo, al calumniador y al difamador con ojo pequeño de ofidio y las setenta lenguas ajenas de los testigos falsos, a la rana-pulpo-sapo del sabotaje; juramos solemnemente cortarnos y comernos la lengua antes de lanzarle al olvido; juramos los látigos de la venganza, porque es mentira la misericordia y no tememos atacar la eternidad frente a frente, ensangrentados como pabellones.


Tranco a tranco en el pantano del horror, vi destruir a la naturaleza en ti el esquema total de lo bello y lo bueno; como un niño loco, el espanto se ensañó en tu figura incomparable, que no volverá a lograr nunca jamás la línea de la Humanidad, y caíste asesinada y pisoteada por lo infinito, tú, que representabas lo infinito en la vida humana, y el sol de "Dios" en la gran tiniebla del hombre; caías, pero caía contigo el significado de lo humano, y en este instante todas las cosas están sin sentido, gritando, boca abajo, solas, y es fea la tierra; como a aquel infeliz cualquiera a quien le revuelven la puñalada en el corazón, el perro idiota de la literatura, vestido de obispo o caracol, levanta la pata y orina mi tragedia de macho, porque como todo lo hermoso, todo lo vertical, todo lo heroico se hundió contigo en el abismo, yo soy el viudo terrible, y acaso la bestia arcaica sublimándose en el intelectual acusatorio que da lenguaje a las tinieblas; como la naturaleza es descomunal y sólo lo monstruoso le incumbe íntegramente, su injusticia fue tenebrosa con tu régimen floral de copa y el destino te cavó de horror como a una montaña de fuego; sin embargo, como soy humano, no acepto tu muerte, no creo en tu muerte, no entiendo tu muerte y el andrajo de mi corazón se retuerce salvajemente y se avalanza contra la muralla inmortal, contra la muralla desesperada, contra la muralla ensangrentada, contra la muralla despedazada, que se incendia entre las montañas y sudando y bramando y sangrando, me revuelco como un toro con tu nombre sagrado entre los dientes, mordido como el puñal rojo del pirata; a la espalda aúllan las desorbitadas máscaras gruñendo entre complejos de buitre aventurero y trajes vacíos, en los que respiran las épocas demagógicas.


Entre los grandes peñascos apuñalados por el sol, sudando como soldados de antaño, roídos por inmenso musgo crepuscular y lágrimas de antiguas botellas, tú y la paloma torcaz de los desiertos lloran; mar afuera, en el corazón de flor de las mojadas islas oceánicas, en las que la eternidad se agarra como entraña de animal vacuno a la soledad de la materia y el gemido de los orígenes gravita en la gran placenta del agua, tú das la majestad al huracán por cuyos látigos ruge la muerte su secreto total, tremendo; encima de los carros de topacio del crepúsculo, tirados por siete caballos amarillos, cruzados de llamas como Jehová, tú eres el balido azul de los corderos; aquí, a la orilla de tu sepulcro que ruge, terrible, en su condición de miel de abejas y de pólvora, haciendo estallar el huracán sobre los viejos túmulos que tu vencidad obliga a relampaguear, tú empuñas una gran trompeta de oro, tal como se empuña una gran bandera de fuego y convocas a asamblea general de muertos, a fin de arrojar la eternidad contra la eternidad, como dos peñascos; emerges de entre toneles, como la voz de las vasijas, y la gran humedad del pretérito, que huele a fruta madura y a caoba matrimonial, enarbola su pabellón en el corazón de las bodegas, cuando yo recuerdo tu virginidad resplandeciente...


Condiciona sus muchedumbres la mar-océano del Sur y tu multitud le responde terriblemente; yo estoy sentado a la orilla del que tanto amabas mar, y la oceanidad da la tónica al gigante dolor que requiere inmensidades para manifestarse y el lenguaje de la masa humana o la montaña incendiándose; remece sus instintos la inmensa bestia oceánica y el crepúsculo ensangrienta la bandera de los navíos y el cañón funeral del puerto; el mar y yo bramamos, el mar, el mar, y crujen los huesos tremendos de Chile, cuando con mi caballo nos bañamos solos en la gran soledad del mar y el mar prolonga mi relincho con su bramido por todas las costas, desde las tierras protervas de Babilonia al Mediterráneo celestial de las tuyas glicinas y a los sangrientos mares vikingos, o arrastra mi voz tronchada y sangrienta como un capitel roto y mi lenguaje de campanario que se derrumba en la gran campana del mar, con tu recuerdo gimiendo adentro; rememoro nuestro matrimonio provincial-marino y la carrera desenfrenada, desnudos, sobre la arena y el sol; es la mar soberbia, la mar oscura, la mar grandiosa en la cual gravita el estupor horizontal de humanidad que azota los vientres de las madres y relumbran las panoplias huracanadas de los viejos guerreros de hierro, que ascienden y descienden por las arboladuras como un tigre a una antigua catedral caída; lagrimones de acordeones, de leones y fantasmas dan al pirata el relumbrón de los atardeceres y el tajo del rostro atrae el sable crepuscular hacia la figura agigantada; el ron furioso da gritazos y mordiscos de alcohol degollado a la tiniebla aventurera y la pólvora roja es rosa de llamas rugiendo con perros y espadas entre la matanza histórica, adentro de la cual nosotros dos rajamos el cuaderno de bitácora sobre el acero acerbo del pecho, que es pluma y rifle, Luisita; asomándome a la descomunal profundidad heroica, veo lo eterno y tu cara en todo lo hondo; naufragios y guitarras y el lamento del destierro en los archipiélagos sociales del Tirreno y el Egeo, se revuelve a la bencina cosmopolita de los grandes Imperios de hoy, con sus navíos y sus aviones sembrando la sangre en los mares: pero el tam-tam de los tambores ensangrentados me desgarra el cerebro; sin embargo, hay dulzuras maravillosas, y te vuelvo a encontrar en esta gran agua salada por el origen y el olor animal del mundo, con tu melena de sirena clásica y tu pie marino de conchaperla y aventura.


Braman las águilas del amor eterno en nosotros...


El huracán del amor nos arrasó antaño, y ahora tu belleza de plenilunio con duraznos, como llorando en la grandeza aterradora, contiene todo el pasado del ser humano; truenan las grandes vacas tristes del amanecer y tú rajas la mañana con tu actitud, que es un puñal quebrado; fuiste "mi dulce tormento" y ahora, Winétt, como el Arca de la Alianza o como Dionysos, medio a medio de los estuarios mediterráneos y el de los sargazos mar, entre el régimen del laurel y el dolorido asfódelo diluído en la colina acumulada de los héroes, hacia la cual apunta el océano su fusilería y desde la que emergen los pinos solarios, tú, lo mismo exacto que a una gran diosa antigua de Asia, la eternidad bravía te circunda; galopan los cuatro caballos del Apocalipsis, se derrumban las murallas de Jericó al son de las trompetas que ladran como alas en la degollación y el Sinaí embiste como el toro egipcio, cuando tu paso de tórtola hiende los asfaltos ensangrentados de la poesía, gran poetisa-Continente; y las generaciones de todos los pobres, entre todos los pobres del mundo, te levantan bajo los palios llagados del sudor popular en el instante en que tu voz se distiende, creciendo y multiplicándose como el oleaje de los grandes mares desconocidos, a cuya ribera los hombres crearon los dioses barbudos del agro y los sentaron y los clavaron en las regiones acuarias, que eran el llanto de fuego de los volcanes; como fuiste tremendamente dulce, graciosamente fuerte, pequeñamente grande con lo oscuro y descomunal del genio en un régimen de corolas, el hijo del pueblo te entiende; tenías la divina atracción del átomo, que, al estallar, incendia la tierra, por eso, adentro del silencio mundial, yo escucho exactamente a la multitud romana o babilónica, arreada y gobernada a latigazos, a las muchedumbres grecolatinas que poblaron Marsella de gentes que huelen a ajo, a prostitución, a guitarra, a conspiración, a sardina y a cuchilla, a tabaco y a sol mojado y caliente como sobaco, a presidio, a miseria, a heroicidad, a flojera o a tristeza, al vikingo ladrón, guerrero, viril y sublime en gran hombría y a los beduinos enfurecidos por el hambre y los desiertos del simoum, áspero y trágico, y te adoro como a una antigua y oscura diosa en la cual los pueblos guerreros practicaban la idolatría de lo femenino definitivo y terrible; forrado en cueros de fuego, montado un caballo de asfalto, yo voy adentro de la multitud, como una maldición en el cañón del revólver.


Románico de cúpulas y óperas el atardecer de los amantes desventurados me encubre, y cae una paloma negra, Luisita-azúcar.


Soplan las ráfagas del dolor su chicotazo vagabundo y la angustia se clava rugiendo, en fijación tremenda, como un ojo enorme que quemase, como una gran araña, como un trueno con el reflejo hacia adentro y la quijada de Caín en el hocico; es entonces cuando arde el colchón con sudor oscuro de légamo, cuando la noche afila su cuchilla sin resplandor, cuando el volcán destripa a la montaña y se parte el vientre terrible, que arroja un caldo de llamas horrendo y definitivo, cuando lloran todas las cosas un llanto demencial y lluvioso, cuando el paisaje, que es la corbata de la naturaleza, se raja el corazón de avena y pan y se repleta de leones; sin embargo, medio a medio de la catástrofe, se me reconstituye el ser a objeto de que el padecimiento se encarne más adentro y la llaga, quemada por el horror, se agrande; con tu ataúd al hombro, resuenan mis trancos en la soledad del siglo, en la cual gravita el cadáver de Stalin, que es enorme y cubre el Oriente en mil leguas reales a la redonda, encima de un carro gigante que arrastran doscientos millones de obreros; semejante a una inmensa cosechadora de granjeros, la máquina viuda de los panteones degüella las cabezas negras y la Humanidad brama como vaca en el matadero; yo arrastro la porquería maldita de la vida como la pierna tronchada un idiota y espero el veneno del envenenador, la solitaria puñalada literaria por la espalda, en el minuto crucial de los crepúsculos, el balazo del hermano en la literatura, como quien aguarda que le llegue un cheque en blanco desde la otra vida; me da vergüenza ser un ser humano desde que te vi agonizar defendiéndote, perseguida y acosada por la Eternidad como una dulce garza por una gran perra sarnosa; como con asco de existir, duermo como perro solo encima de una gran piedra tremenda, que bramara en el desierto, hablo con espanto de cortarme la lengua con la cuchilla de la palabra y quisiera que un dolor físico enorme me situase a tu altura, medio a medio de este gigante y negro desfile de horror del cual estalla mi cabeza incendiándose como antigua famosa posada de vagabundos; no deseo el sol sino llorando y la noche maldita con la tempestad en el vientre; por degüellos y asesinatos camino, y ando en campos de batalla, estoy mordido por buitres de negrura, y es de pólvora y de lágrimas, Luisita-Amor, el gran canasto de violetas, con el cual me allego a tu sepulcro humildemente; a mi desesperación se le divisa la cacha del arma de fuego, Luisita-Amor, cuyos grandes frutos caen...


Éramos Filemón y Baltis de Frigia y el grito conyugal del mundo, pero se desgarró una gran cadena en la historia y yo cruzo gritando a la siga del mí mismo que se fue contigo para siempre nunca, esta gran sonata fúnebre de héroes caídos...





viernes, 13 de julio de 2012

Poema Whitmaniaco II


Han reclamado por nuestro verdadero camino, las montañas poderosas y los ríos fluyentes desmembrando piedra  a piedra el sentido,


Sigilosos pasos de Dios por el sonido, reclaman, aunque Dios nunca haya dejado de existir en el amor eterno de la Nada por nosotros ¡Moloch, Moloch le gritan!

Reclaman las estatuas de animales y su verdor

Reclaman los caballos bebiendo negras aguas del pantano

Reclaman los halcones parados en el fin de la razón

Reclaman los niños varones que follan y viven su amor.

Tormentosas palabras bajan con el río, con el viento

Acribillado, como Lorca, en las hojas reencarnadas.

Miremos antes de escuchar, el sonido y su color cautivo

Siglos enteros recorren el aire

Tan bellos cielos, hermosas colinas y mil jinetes mapuches contra el fragor occidental

Parejas tomadas de la mano subiendo al árbol de la trinidad

Copa, tronco, raíces, diez veces.

El agua, tan misteriosa sonrisa dibujada en el óleo azul por alas de gaviotas

¿Quién diría: Fernando sale al mundo y conquista el corazón de los estetas?

Hombres maravillosos cuya vida es adjetivo

Inmensamente inmortales

Señores de los secretos, lastimosos políticos

Aún sin poder comprender amamos con odio este mal tan placentero; No olvidan la muerte que nunca han sufrido,

Lo saben con el viento frío que viene de los polos en la caricia del amante

¡Oh hermosa fealdad tan bella en las caricias!

Gigantes emociones, explosivos corazones  y luces de neón, ciudades atestadas de bruñidos culos y vaginas dispuestas a ceder

El mundo entero para mi, TODO, ansioso y ebrio, Nada se escapa bajo sus lamentos de placer

La gloria infinita se derrama en mi corazón

Amarlos no podría

Pero odiarlos es mi amor

¡Oh, El camino polvoriento que deseo de los hombres!

Mi camino de tierra que tiembla ante el paso del carro

¡Oh placer, oh disfrute! He besado a Moloch

El instante en que cae una gota desde el pétalo de la rosa es el momento más grande , más abierto, mostrando el clítoris temblando de placer.

 

Miren mis intestinos, señores,

Los ofrezco para adivinar vuestro futuro

Yo los quiero, yo los amo cuando reclaman

Y sus voces calan mis ojos, y mis rodillas caen al suelo para revolcarme en lodo, no estoy loco, no.

Ustedes brillan en los tugurios marcados de fuego, seáis vagos, putas, niños, pero inocentes, con vuestros cuerpos de marfil y bronce: Americanos, Orientales, Europeos, Africanos. El mundo de Eliot.

Sus ropas son inútiles a mi comprensión, yo veo tras sus corazones el latir compulsivo de todas la fuerzas circundantes. El aliento entra en mi en forma de cúspide, tan altas pirámides duermen para anunciar la nueva vida... donde yacemos ahogados en oro, durmiendo en algún bar, seguiremos,

Seguiremos siendo bellos en nuestra fealdad ¡Moloch, Moloch, el ser es imperfecto!

Señores feos, gordos, bonitos, flacos, locos y cuerdos

El mundo entero para mí, para ti,

Dame el bastón que posees y con dos bastones conquistaré el alma atribulada de aquellos que no ven el camino a la perdición

Beban, callen

Y olviden que algún día tuvieron nombres.


martes, 10 de julio de 2012


Oh puertas de tu cuerpo...

Oh puertas de tu cuerpo
Son nueve y las he abierto todas
Oh puertas de tu cuerpo
Son nueve y para mí se han vuelto a cerrar todas

En la primera puerta
La Clara Razón ha muerto
Era ¿te acuerdas? el primer día en Niza
Tu ojo izquierdo así como una culebra se desliza
Hasta mi corazón
Y que se vuelva a abrir de nuevo la puerta de tu mirada izquierda

En la segunda puerta
Ha muerto toda mi fuerza
Era ¿te acuerdas? en un albergue en Cagnes
Tu ojo derecho palpitaba como mi corazón
Tus párpados latían como en la brisa laten las flores
Y que se vuelva a abrir de nuevo la puerta de tu mirada derecha

En la tercera puerta
Escucha latir la aorta
Y todas mis arterias hinchadas por tu sólo amor
Y que se vuelva a abrir de nuevo la puerta de tu oído izquierdo

En la cuarta puerta
Me escoltan todas las primaveras
Y aguzando el oído se escucha del bonito bosque
Subir esta canción de amor y de los nidos
Tan triste para los soldados que están en la guerra
Y que se vuelva a abrir de nuevo la puerta de tu oído derecho

En la quinta puerta
Es mi vida que te traigo
Era ¿te acuerdas? en el tren que volvía de Grasse
Y en la sombra muy cerca muy bajito
Tu boca me decía
Palabras de condenación tan perversas y tan tiernas
Que pregunto a mi alma herida
Cómo pude oírlas sin morir
Oh palabras tan dulces tan fuertes que cuando lo pienso me parece tocarlas
Y que se abra de nuevo la puerta de tu boca

En la sexta puerta
Tu gestación de putrefacción oh Guerra está abortando
He aquí todas las primaveras con sus flores
He aquí las catedrales con su incienso
He aquí tus axilas con su divino olor
Y tus cartas perfumadas que huelo
Durante horas
Y que se vuelva a abrir de nuevo la puerta del lado izquierdo de tu nariz

En la séptima puerta
Oh perfumes del pasado que la corriente de aire se lleva
Los efluvios salinos daban a tus labios el sabor del mar
Olor marino olor de amor bajo nuestras ventanas se moría el mar
Y el olor de los naranjos te envolvía de amor
Mientras en mis brazos te acurrucabas
Quieta y callada
Y que se vuelva a abrir de nuevo la puerta del lado derecho de tu nariz

En la octava puerta
Dos ángeles mofletudos cuidan de las rosas temblorosas que soportan
El cielo exquisito de tu cintura elástica
Y heme aquí armado con un látigo hecho con rayos de luna
Los amores coronados con jacinto llegan en tropel.
Y que se vuelva a abrir de nuevo la puerta de tu alma

Con la novena puerta
Es preciso que salga el amor mismo
Vida de mi vida
Me junto contigo para la eternidad
Y por el amor perfecto y sin ira
Llegaremos a la pasión pura y perversa
Según lo que queramos
A todo saber a todo ver a todo oír
Yo me renuncié en el secreto profundo de tu amor
Oh puerta umbrosa oh puerta de coral vivo
Entre dos columnas de perfección
Y que se vuelva a abrir de nuevo la puerta que tus manos saben abrir tan bien.

Versión de Claire Deloupy