miércoles, 21 de diciembre de 2011

Inmersión.

Desde las profundidades 
abrieras paisajes
como máscara de cuchillo destrozando su antes metálico
dejaras en montañas y tugurios 
ocultas las llaves sagradas,
cansado del grito
que más se parece al eco que a su boca,

La boca del mundo no levantara su paladar
porque a coletazos 
entraría el sol de las caídas eternas
tropeles de atardeceres devastando décadas en las alturas
inalcanzables de las piedras,
en el rugir del mar pariendo serpientes,
entraría el sol
al modo de la lluvia al cielo templado cuerpo arriba,

Y el mundo sigiloso en su tumba 
te viera rodar por la luz de las espadas cavernarias,
años enredados en su naturaleza críptica,
cuando los árboles tenían manos
y eran pájaros flotando en la selva tranquila
de los momentos inmemoriales,
resurgir de la historia muerta en su leyenda,
atravesando su temperatura clara de bestial sombra
en la oscura noche en que las distancias se irguieron
como un individuo inapetente de su carne nueva,

Y la alma única de todas las sustancias 
sin distinguir asesinos ni olores
te sintiera, ciego, en su oído inconmensurable
de ruidos pretéritos,
temblores que destruyen antes de moverse
y las ventanas actuales temieran su origen,
desierto envuelto en un espiral terrible
perdiendo el eco circular de la búsqueda
que más se parece a la lengua fallecida que a su boca.

Jugando al tiempo con ojos de arena inversa
o polvo marítimo
olido por miles de elefantes
tan diminutos como el olvido de su memoria.

Entonces de la pieza de tu espíritu, corres al rey,
pasando de trono de chacras a caballo sin vuelo
y de igual manera horrorosa,
espanto de niño dormido en tu cabeza vieja,
cargas un imperio de cielo o madera
en tu pecho.

Jugando al espacio en tus manos ávidas
confundes al destino con el tacto
a lo invisible con la muerte.

¡¿Así la cebra daría golpes de sangre, no?!
Al ver que se le han borrado las rayas
imperturbables de su estilo.

Antes de sacudirle objetos a los paisajes
y expulsar el caparazón pegajoso de la luna
criatura fulgurante de los besos extraviados
en la primera noche vestida de tragedias,

Antes de desvestir la vida
en los dinteles obsoletos de un pasado
que camina a paso de despotricado fuego,
poniéndole tus fantasmas verdes
esferas destripadas dando vueltas en su inocencia,

Antes que decidieras la apertura de mordaces maneras
para los años contados en el péndulo 
soberano de los periodos,
bestias estriadas de negros horizontes,
¡No sé si debiste o no!
Por cierto sí,
el error tuvo forma de pintura separada del mundo
orbe ahogado en los exilios de la génesis
para quizás nunca regresar.


Rubén Montaña


martes, 20 de diciembre de 2011

Amor Mío
Ante tus constantes dudas e imprecaciones
Qué te puedo decir…
Me gusta que me la metan
Hasta el fondo
Con fuerza
Infinitas veces
Como un taladro fuera de control

Es verdad que quisiera que una verga monumental y pétrea
Más grande y dura que la tuya
Me partiera en dos

Hasta la más sucia de tus suposiciones
Es cierta
Amor mío
Ante tus constantes dudas e imprecaciones
¡Qué más te puedo decir!



Algunas consideraciones acerca del estado del arte en Chile

Amor mío
Debo confesarte
Que
Los poetas, en general
No todos, claro
Lo tienen
Chico
Pero entusiasta

Los pintores
en cambio
lo tienen grande y gordo
pero débil como una ballena agónica
varada en costa equivocada

Los milicos y pacos
Imagino
Lo deben tener duro y arqueado
Como sus corvos asesinos

El tuyo mi amor, en cambio
Es hermoso como un arcángel
Pero está lleno de veneno



Beso de orugas

Beso de orugas
Abrazo con púas
Babas ácidas encerrando bocas caníbales
Infinitas de grandes
Grutas espectaculares, hoyos negros
Besos negros
Con la lengua cavando minas antipersonales
Perversidad
En llanuras carnosas
Apareamiento en baño público
Mostaza en la entre pierna ardiendo
Condones como papel de lija
Y la pena impertinente
Golpeándome la cabeza contra la puerta
Luego la derrota natural de la especie
De esta especie de sapos insaciables
En que nos hemos convertido
Nosotros
Los príncipes y las princesas.


Del libro Abyecta.

Elizabeht Neira
Cristina Chain

Tijeras turcas podaron mi…


1
Amo la explosión
De los coros
Al alba
De todos los pájaros
En esa ciudad.
Cuando los sueños
Aún no se evaporan.
Yo amo esa hora
De la tarde
En que ellos
Lloran la luz.

2
Podría decir que estabas esperando que este corazón mío, que
Anoche soñó con peces nítidos, se ahogara solo.
Creo que nos hemos ido al mismo tiempo que la muerte de un
Amor sin agua.

3
A esta hora no hay más música que los pasos al baño,
El refrigerador matando el hielo,
Un teclado silencioso.
Nada resuena en los pasillos.
La historia no la viste tú solamente,
La biografía de llena de ejércitos.
Esta vez se hilvanan otras coartadas,
Donde se pierde el lobo incluso.
Y la niña con su feo nombre
Sigue el sendero que la encuentra mintiendo.
Todo tiene su espejo.
Mira sus dobles.
No me está gustando este paisaje
Que refleja el crimen,
No me está gustando
El cielo ingenuo.




4
Ese vacío al que te lanzaste
Era el mío.
No el tuyo buscando alas para traspasar mi umbral.
Ese vacío era el mío.
El de la boca que no pudo alcanzarte como túnel hacia la esperanza.
5
Y yo vivamuerta me balanceo de izquierda a izquierda
Atrapando un corazón que cuelga de un sauce y bajo el agua que
Muere y se estanca yo vivamuerta canto como la niña que canta
Sola yo locavivavivaloca canto sobre el columpio que rompe con
Mis pies el agua

6
¿recuerdas
Que me perdía
Entre el humo
De eso que fumabas?
Cualquier camino
Llevaba al amor
Y lánguidos
Caminábamos
Hacia el final.

7
Después de todo un escorpión me mira desde
Una esquina de la vigilia
Y sobre todo traduce con mis ojos que ya no
Habrá más miedo
Que éste que se desdobla en placer.

8
Y cuando bóxer los objetos sin disposición .Si anatomía.
Pequeños regalos anacrónicos. Cuadros desfallecidos. Piernas
Incongruentes. Vellos que se despliegan y entierran. Grandes
Detalles ajenos como un árbol lejano o una calle sin zapatos o el
Gesto amargo
Cuando amenaza dejar de amar. Cuando vacila en el beso y ella
No es Isolda es sólo una mujer desconocida y un placard sujeto a
Traumas. Cuando el amanecer ya no llega jamás y su blancura es
Ensimismante la boca pálida las curvas no se desplazan.

9
Animadas y muertas
En los volcanes inertes
Embriagadas cortantes cerradas asesinas
En sus pieles se acostaba
El animal enfermo

Huían del día
Apagando túneles
Mudas reventaban en la sal del cuerpo
Qué había en el cielo
Cuando se cerraba la cortina
Y se abrazaban garras lobas hijos nubes
O un soldado
Apuntando al miedo
De guerra entre sus muslos.

  
Texto del libro Tijeras turcas podaron mi…

jueves, 1 de diciembre de 2011

Asedios
Tres

- Mírame, dice. Esta herida larga larga con que esos chicos se conmueven y la frotan con la boca, esta misma herida- me dice y muestra su otra herida.

Y no que nos duele, es cierto que nos duele, pero esta vez, no queremos que nadie sepa, que nadie se entere que lloramos por las noches juntos cuando en ese cuerpo de rabias, en esa parte de la página en blanco, no se dice mi nombre, tampoco el suyo.

-;Míreme- dice. Tan solitas y discriminadas que nos toca el cariño cuando bailamos en estas piezas vacías.

Abandonamos los pliegues de antiguas conversaciones, recíprocos de agradecimientos cercados y enteros bailamos entonces, unidos por la constancia. Una voluntad que une a mordiscos marcó nuestra frontera, porque sabíamos que nuestra perversidad no radica en el sentido más oscuro de la palabra, sino en habitar aquello que naturalmente hacemos y que hacemos tan bien. Es saber que nos queremos y que nos iremos esta noche juntos.

Tú sentada en medio de la pista de baile. Yo, todo lo hombre que no soy. Cuando dicen que en mi mujer habita un masculino homosexual. Cuando digo que sería odiosa queriendo ser tú, peligrosamente cerca me tomas por la espalda y me elevas hacia ti porque reconocemos de inmediato la forma pronunciada de querernos.

Y digo que te quiero así, todo mía, resplandeciente, disfrutándose la rabia y me dices que toda la vida, y yo digo toda mi noche contigo. Tus brazos se mueven. Nuestras piernas.

Tú, niño imposible. Yo, el hombre de la pista bailable, la bailarina de la noche. Bailando felices de asfixias y besos, de aromas y peces. Aunque nos miren y nadie entienda no quiero que la música termine, no quiero que te vayas. Aunque jamás sepa lo que haces por las noches. Prométeme al oído que nos vamos a escribir, aunque jamás sepa lo que haces debajo de los puentes, y que nos vamos a llamar, aunque no me llames y a escondidas sigamos imaginando que escribiéndonos la rabia multiplicamos esta furia y de frutosos abrazos y acariciarnos el pelo se alimentan nuestras intenciones.

Así, esta noche será con menos gente ¿Te imaginas?

 [Prohibida su reproducción total o parcial sin consentimiento del autor]
Novela en proceso. Fragmento

viernes, 14 de octubre de 2011



Vuelve a tu serpiente roja


Vuelve a tu propia serpiente roja

       Apodérate de ti el día mismo
del naufragio continental                    

                                          Suelta la falsa atadura

de iguanas colgadas de azoteas seráficas

                                      escepticismos prestados sobados
Toma tu serpiente y camina

recordando el latido color doliente
arteria irrigada con la desesperación

                                                          de la especie

Toma la mano del resto de la humanidad

                                     Y camina hacia tu propia matriz
Para que cojan la serpiente íntima

                      Esto no es una fe     es la vandálica cotidiana
Toma de la mano a tu médula

                                                Y arrójala hacia arriba
Sin vuelta posible

                                             Si

Vuela es posible

                               Rómpete a ti mismo

Juega traga vive      

                                                                      Excita a la realidad con tus espléndidas plumas

Respira retiene arrójate con arañas sementales
                                                                               


        Apodérate de ti   acomoda el vuelo

La serpiente te morderá duro

                                                  Cadenciosa y amable

Divina erótica y sin reglas ni nomenclaturas ratas

                                                                           La divina enerva las caderas del planeta
La divina baila y eleva tu propio cráneo
                                                                          Ella toma tu cráneo como prenda y sortija
Ella transmigra a tu cráneo

                                                        Adonaí  cómplice acosándote

Y ahí funda

           La sociedad de los cerebros

Serpientes violentas

             Luzbélica pervertida emborrachada y vociferante

Y funda ahí

           La sociedad de los poetas libres cerro del ojo

Mar del párpado litoral

           Selva de la vulva puerta del nirvana

La sociedad del entrecejo cópula campana

                                                   Y la nueva bestia humana
La salamandra áurea cóccix  elemento

                                                  Que perdiste en el paraíso

dolotrenzadoramente





martes, 13 de septiembre de 2011


Eduardo Molina
Cabellera de paso

Stella Díaz Varín y Eduardo Molina

Tu cabellera que te ata al encaje en movimiento de los sueños
Como una chispa al contacto del amor y la muerte
Forma de la simplicidad y del misterio
Tu cabellera desgarrada desgarrante
Tu cabellera como el ojo fulgurante del asesino perseguido
Tu cabellera de tesoros transparentes
Tu cabellera que represa las grandes avalanchas
Tu cabellera mojada de veleros chorreantes de luces terrestres
Tu cabellera como un pájaro enredado en el misterio
Tu cabellera como un ejército de nidos
Tu cabellera habitada por eclipses y vidrios insondables
Tu cabellera marítima salpicada de soles y alas mojadas en el misterio
De olas con ojos vendados y alas pensantes
Tu cabellera plantada de árboles y nadadores de prestigio
Tu cabellera que nutre recuerdos y alas profecías
Tu cabellera de llena de corazones electrizados y mares encantados
Tu cabellera de ojos fascinados y manos delirantes
Tu cabellera loba y prostituta
Tu cabellera cópula y ósculo
Tu cabellera como la camisa nupcial de las mareas
Tu cabellera como el clamor de los desamparados
Tu cabellera que abre y cierra sus puertas según las flores
Abren y cierran los ojos y entran o salen los días y las noches
Y tú te duermes o te despiertas
Tu cabellera cambia de temperatura a cada instante


Cambia de eco en eco y de secreto en secreto
Cambia de amante y de cielo
Tu cabellera de arenas movedizas donde las cosas se sumergen y reaparecen transfiguradas
Tu cabellera espectral y fosforescente
Rodeada de ángeles satélites y algunas flores hipnotizadas
Tu cabellera de dulce magnetismo atrae los pastores perdidos en el horizonte
Las hadas errantes sin una diáfana flor por bello domicilio
Tu cabellera desplegada para la lúcida natación de las videntes y de las golondrinas
Raptora de niños para su lirio de aguas encantadas
Tu cabellera que yo prefiero al cielo y sus elementos
Tu cabellera como una larga calle iluminada en el misterio
Por donde yo me alejo del mundo para siempre
Tu eres semejante a un bello número de fuegos desencadenados
Derramada escritura del amor sobre la tierra opresora.


Tomado de la revista Total N°1 de Vicente Huidobro. Verano 1936


lunes, 5 de septiembre de 2011


Raúl Zurita

INRI


Sorprendentes carnadas llueven del cielo.
Sorprendentes carnadas sobre el mar. Abajo el
océano, arriba las inusitadas nubes de un día claro.
Sorprendentes carnadas llueven sobre el mar. Hubo
un amor que llueve, hubo un día claro que llueve
ahora sobre el mar.

Son sombras, carnadas para peces. Llueve un día
claro, un amor que no alcanzó a decirse. El amor,
ah sí el amor, llueven desde el cielo asombrosas
carnadas sobre la sombra de los peces en el mar.

Caen días claros. Extrañas carnadas pegadas de días
Claros, de amores que no alcanzaron a decirles.

El mar, se dice del mar. Se dice de carnadas que
llueven y de días claros pegados a ellas, se dice que de
amores inconclusos, de días claros inconclusos
que llueven para los peces en el mar.



Mares

Fueron arrojados. Como prendidos de extrañas
Semillas, campos arados cubren el mar.

Del libro Inri

 

jueves, 1 de septiembre de 2011


Braulio Arenas


Mandrágora
Cáceres y cerezos.
En la piscina Gómez.
Teófilo de pianista.
Braulio en el dormitorio.
Era un candor de fuego.



Fe de erratas

Donde dice: nogal, hay que leer: esfinge.
Donde dice: tres cuartos, hay que leer: un cuarto para tres.
Donde dice: medianoche, hay que leer: mediodía.
Donde dice paraguas, hay que leer: hasta las últimas consecuencias.
Donde dice: coléricas manifestaciones, hay que leer: porque en estos escritos estará su voz, su pensamiento…
Donde dice: callejuela, hay que leer: alcancía.



Marcianitos

Hace años, se le atribuía a los marcianos un odio patológico por el planeta Tierra, y no había noche sin que los terráqueos se acostaran pensando si aquélla no sería la noche de la invasión. Se me ha informado que tal cosa sucedía por esos mismos días, en Marte, y todos los marcianos les atribuían a los terráqueos un odio patológico por su planeta.
No había noche en que ellos se acostaran pensando que no verían el día de mañana, pues los hombres llegarían con sus bombas atómicas y con su smog, para destruirlos a todos, sin perdonar siquiera a los marcianitos de pecho.


El demonio

Y a la mañana siguiente, cuando el caballero
No se despertó, el demonio no se había ido.


Fantasmas deshidratados

Los sesos, sí, señor, los sesos,
Las pestañas y el disfraz de Louis XV,
Los pájaros se enloquecen,
Arrastran selvas como anteojos,
El vislumbre de la espina dorsal,
Los huesos de las piernas,
La corbata y un fantasma tejido,
El gato salobre tejido,
La mujer en el siglo XX,
Y con acordes nupciales,
Ya a punto de saltar a la garrocha.

  
De La Mandrágora y otros libros.

martes, 23 de agosto de 2011

Psicoanálisis del fuego

Fuego y respeto.

1

El fuego y el calor suministran medios de explicación en los campos más variados porque ambos son para nosotros fuentes de recuerdos imperecederos, de experiencias personales simples y decisivas. El fuego es un fenómeno privilegiado que puede explicarlo todo. Si todo aquello que cambia lentamente se explica por la vida, lo que cambia velozmente se explica por el fuego. El fuego es lo ultra vivo. El fuego es íntimo y universal. Vive en nuestro corazón. Vive en el cielo. Sube desde las profundidades de la substancia y se ofrece como un amor. Desciende en la materia y se oculta, latente, contenido como el odio y la venganza. Entre todos los fenómenos, verdaderamente es el único que puede recibir netamente dos valoraciones motearías: el bien y el mal. Brilla en el paraíso. Abrasa en el infierno. Dulzor y tortura. Cocina y Apocalipsis. El fuego es placer para el niño sentado prudentemente cerca del hogar; y, sin embargo, castiga toda desobediencia cuando se quiere jugar demasiado cerca con sus llamas. El fuego es bienestar y respeto. Es un dios tutelar y terrible, bondadoso y malvado. Puede contradecirse: por ello es uno de los principios de explicación universal.

Sin esta valoración primera no se comprendería esa tolerancia de juicio que acepta las contradicciones más flagrantes, ni ese entusiasmo que acumula, sin pruebas de ningún tipo, los epítetos más elogiosos. Por ejemplo, ¡qué ternura y disparate en esta página de un médico escritor de finales del siglo XVIII!: “yo por fuego entiendo, no un calor violento, tumultuoso, irritante y contra natura, que quema los humores y los alimentos en lugar de cocerlos, sino el fuego suave, moderado balsámico, que, acompañado de una cierta humedad, afín a la sangre, penetra los humores heterogéneos del mismo modo que los jugos destinados a la nutrición, dividiéndoles, atenuándolos, puliendo la rudeza y el apresto de sus partes y conduciéndolas, en fin, a tal grado de suavidad y finura, que ellos se encuentran proporcionados a nuestra naturaleza”. En esta página no hay un solo argumento, un solo epíteto, que puedan recibir sentido objetivo. Y, no obstante, ¡de qué modo nos convence! Creo que ella engloba la fuerza de persuasión del médico y la fuerza insinuante del remedio. El fuego es el medicamento más insinuante y, al pronunciarlo, es cuando el médico resulta ser más persuasivo. En todo caso, yo no puedo releer esta página –explique quien pueda esta relación invencible- sin acordarme del buen y solemne doctor, con su reloj de oro, que llegaba hasta mi cabecera infantil y con su palabra culta tranquilizaba a mi madre inquieta. Era una mañana de invierno en nuestra pobre casa. El fuego brillaba en la chimenea. Me daban jarabe de Tolú. Yo lamía la cuchara. ¡Dónde han ido a parar esos tiempos del sabor balsámico y de los remedios de cálidos aromas!

2

Cuando yo estaba enfermo, mi padre encendía el fuego en mi habitación. Él tenía mucho cuidado en que los leños quedasen derecho sobre los pedazos de madera más pequeños y al deslizar un puñado de virutas entre los morillos. Fracasar al encender el fuego hubiese sido una insigne estupidez. Yo no imaginaba que mi padre pudiese tener igual en esta función, que jamás delegó a nadie. De hecho, yo no creo haber encendido un fuego antes de los 18 años. Solamente cuando viví en la soledad fui el soberano de mi chimenea. Pero el arte de atizar, que había aprendido de mi padre, ha permanecido en mí como una vanidad. Preferiría, creo, fracasar en una lección de filosofía que en mi fuego de la mañana. También, con viva simpatía leo en un autor estimado, muy ocupado en sabias búsquedas, esta página que es para mí una página casi de recuerdos personales: “me he divertido frecuentemente con esta fórmula cuando iba a casa de los otros, o cuando alguien venía a mi casa: el fuego se apagaba; era preciso atizar inútilmente, sabiamente, largamente a través de un humo espeso. Se recurría por último, a la leña menuda, al carbón, que nunca llegaba lo bastante pronto: después de haber sido agitados numerosas veces los leños ennegrecidos, yo lograba apoderarme de las tenazas, cosa que suponía paciencia, audacia y buen humor. Incluso obtenía aplazamientos a favor del sortilegio, como esos empíricos a los que la facultad entrega un enfermo desesperado; entonces, me limitaba a poner frente a frente algunos tizones, casi siempre sin que pudiera notarse que yo hubiese tocado nada. Descansaba sin haber trabajado; se me miraba como para sugerirme actuar y, sin embargo, la llama venía y se apoderaba del leño; entonces se me acusaba de haber arrojado alguna sustancia, y se reconocía, por último, siguiendo la costumbre, que yo había aprovechado las corrientes: no llegaba a estudiarse la plenitud de calores, lo emanante, lo radiante de las pirosferas, de las velocidades traslativas, de las series caloríficas”. Y Ducarla continúa desplegando conjuntamente sus talentos familiares y sus ambiciosos conocimientos teóricos donde la propagación del fuego es descrita como una progresión geométrica según “series caloríficas”. A despecho de esta matemática mal traída, el principio fundamental del pensamiento “objetivo” de Ducarla está bien claro y su psicoanálisis es inmediato: pongamos brasa contra brasa y la llama alegrará nuestro hogar.



lunes, 22 de agosto de 2011

Total



Basta ya de vuestros pedazos de hombre, de vuestros pequeños trozos de vida. Basta ya de cortar el hombre y la tierra y el mar y el cielo.
Basta de vuestros fragmentos y de vuestras pequeñas voces sutiles que hablan por una parte de vuestro corazón y por un dedo precioso.
No se puede fraccionar el hombre, porque adentro hay todo un universo, las estrellas, las montañas, el mar, las selvas, el día y la noche.
Basta de vuestras guerras adentro de vuestra piel o algunos pasos más allá de vuestra piel.
El pecho contra la cabeza, la cabeza contra el pecho.
El ojo contra la oreja, oreja contra el ojo.
El brazo derecho contra el brazo izquierdo, el brazo izquierdo contra el brazo derecho.
El sentimiento contra la razón, la razón contra el sentimiento.
El espíritu contra la materia, la materia contra el espíritu.
La realidad contra el sueño, el sueño contra la realidad.
Lo concreto contra lo abstracto, lo abstracto contra lo concreto.
El día contra la noche, la noche contra el día.
El Norte contra el Sur, el Sur contra el Norte.

¿No podéis dar un hombre, todo un hombre, un hombre entero?
El mundo está harto de vuestras voces de canario monocorde. Tenéis lengua de príncipe y es preciso tener lengua de hombre.
Es preferible oír los discursos de un picapedrero, porque él, al menos siente su cólera y conoce su destino, él está en la pasión y quiere romper las limitaciones.
En cambio, vosotros no dais la gran palabra que se mueve en su vientre. No sabéis revelarla.
La gran palabra que será el clamor del hombre en el infinito, que será el alarido de los

continentes y los mares hacia el cielo embrujado y la tierra escamoteada, el canto del ser realizando su gran sueño el canto de la nueva conciencia, el canto total del hombre total.

El mundo os vuelve las espaldas, poetas, porque vuestra lengua es demasiado diminuta, demasiada pegada a vuestro yo mezquino y más refinada que vuestros confites. Habéis perdido el sentido de la unidad, habéis olvidado el verbo creador.

El verbo cósmico, el verbo en el cual flotan los mundos.. Porque al principio era el verbo y al fin será también el verbo.

Una voz grande y calma, fuerte y sin vanidad.

La voz de una nueva civilización naciente, la voz de un mundo de hombres y no de clases. Una voz de poeta que pertenece a la humanidad y no a cierto clan. Como especialista, tu primera especialidad, poeta, es ser humano, integralmente humano. No se trata de negar tu oficio, pero tu oficio es oficio de hombre y no de flor.

Ninguna castración interna del hombre ni tampoco del mundo externo. Ni castración espiritual ni castración social.
Después de tanta tesis y tanta antítesis, es preciso ahora la gran síntesis.
Nuestra época posee también sus bellas cabezas de algodón. De algodón con pretensiones explosivas, pero absolutamente hidrófilo.
¡Ah, ya sé! La medida, la famosa medida. Sois todos muy medidos. Si a veces esto no fuera un pretexto, si a veces ello no sirviera sino a esconder vuestro vacío

Habéis nacido en la época en que se inventó el metro. Todo medís 1 metro 68 y tenéis miedo, miedo de romperos la cabeza contra el techo.

Pero necesitamos un hombre sin miedo. Queremos un ancho espíritu sintético, un hombre total, un hombre que refleje toda nuestra época como esos grandes poetas que fueron la garganta de su siglo.

Lo esperamos con los oídos abiertos como los brazos del amor.

Madrid. Enero de 1931.

Tomado de la revista Total N° 1 de Vicente Huidobro. Santiago – Chile . Verano 1936




miércoles, 17 de agosto de 2011

RECITAL REVISTAS ESCARNIO Y MUSARAÑA


Lecturas de: Kundalini-Mayer Salas- Daniel Cortés- Pía Ahumada- Cristian Geisse- Tomás Nettle- Alicia Mondaca-Rubén Montaña-Fernando Vargas
Y otros más......