lunes, 5 de noviembre de 2012


Kamila Lenka Muñoz

Elegía de los prostíbulos patrióticos


Creo en la permanente y  dionisiaca prostitución de chile, no creo en su independencia ni en su caballo a motor que es el Imperialismo, no creo en la bandera levantada como una cruz que crucifica a nuestros pueblos aborígenes: los primeros que estuvieron, los que parieron la tierra y no la abortaron.
1.
Saboteajes entre medio de las araucarias, la gran república independiente de chile levantando sus huestes, el feroz lamento campesino de los que siempre fueron campesinos y subyugados ante la antorcha de los grandes asesinos de la historia, grandes puños embravecidos, creando el criollismo feroz, las intenciones pensadas y el enorme velo de las multitudes sonrojadas, yendo y viniendo con la cópula en la garganta de las indígenas violadas, sacramentadas también y vueltas católicas.
Creando siempre el inconsciente en catedrales antagónicas, predicando el cinismo y la cordura, predicando lo que ha de ser, lo que fue y lo que será. Grandes sensaciones de hastío desconociendo el hastío.   Miles de cabezas caminando silentes, con un ardor extraño en la hipófisis, les duele el cerebro pero lo cuajan. Avanzan por la historia, seudoautogobernados. Felices por la patria constituida, bailemos cueca mierda, dirán 100 años después los de la junta militar asesina, y nosotros, los seudochilenos zapatearemos fuerte sobre la tierra, olvidando el sabor nocturno del dolor a cuestas.

2.
Si se ha de recordar el río, si se ha de recordar la tierra, si se  ha de recordar el cielo, si se ha de recordar el árbol, si se ha de recordar el rito, mastiquemos limones tremendamente ácidos, hasta que se nos rompa la lengua; bebamos la sangre del huemul del lindísimo escudo nacional, hasta quedar ebrios y atorados en el grado alcohólico supremo; forniquemos con el Jesús revolucionario hasta gestar embarazos múltiples de guaguas agónicas; implementemos la ley del luto hasta quedar atrapados en el purgatorio de los lamentos.
Si se ha de recordar el río bebámonos todas las lágrimas orinándolas en las sacristías callejeras, violémonos todos y hagamos grandes orgias desatando el impulso de los dioses pervertidos, inmolando al perdón de los dioses inventados, observemos al sol fijamente quemándonos la vista y cantemos de esta manera con toda esta mezcla atrabiliaria en las arterias el gran himno nacional. Y brindemos, feroces, por la elegía del vino taciturno, nostálgicos del río, de la tierra, del cielo, del árbol, del rito de la batalla.
3.
Entonemos nuestro himno nacional, con una enorme mueca, mostrando los blancos dientes, con una cadena del estrangulamiento, dejando la gran huella en el coro gigantesco de los escolares. Gritemos fuerte por la blanca montaña de Barrick Gold, por el cielo azulado contaminado por grandes empresas de conquista. Y cuando lleguemos al feliz edén preparemos las boleadoras.
Y ese mar que tranquilo te baña, lleno de peces muertos muertos muertos, reutilizados para empanaditas de cóctel,  prometiéndonos un futuro esplendor, históricas e histéricas gastroenteritis.
Entonemos nuestro himno patrio, encima de los árboles, dentro de los ríos, sobre nuestros techos, afuera de la farmacia, mientras compremos en los malls, en las micros, entre medio de las multitudes, entonemos nuestro himno patrio, como la gran elegía, como la gran sátira del crepúsculo inventado.
4.
No tengo nada que decir, solo escupir ante la patria, ante la seudochilenidad presente, dignificada en programas de farándula, o en esa seudopolítica.
No tengo nada que decir, solo escribir grafitis sobre una bandera añeja, sacar hoja por hoja el libro de la independencia de chile, y zapatear en el copihue para que deje ser decoración de prostíbulas repúblicas y sangre sangre sangre, largamente por todas las estrellas baleadas.
No tengo nada que decir, solo practicar puntería con boleadoras, para significarla en cada paso con la vibración del kultrún, y dejar de ser chilena, mierda, para ser de la tierra
No tengo nada que decir, me sabe a lujuria todo esto, la gran contradicción del abismo, un canto mal tranzado, hipócrita e inservible
No tengo nada que decir, quizás solo gritar 

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