Kamila Lenka
Muñoz
Elegía de los
prostíbulos patrióticos
Creo en la permanente y dionisiaca prostitución de chile, no creo en su independencia ni en su caballo a motor que es el Imperialismo, no creo en la bandera levantada como una cruz que crucifica a nuestros pueblos aborígenes: los primeros que estuvieron, los que parieron la tierra y no la abortaron.
1.
Saboteajes entre medio de las
araucarias, la gran república independiente de chile levantando sus huestes, el
feroz lamento campesino de los que siempre fueron campesinos y subyugados ante
la antorcha de los grandes asesinos de la historia, grandes puños embravecidos,
creando el criollismo feroz, las intenciones pensadas y el enorme velo de las
multitudes sonrojadas, yendo y viniendo con la cópula en la garganta de las
indígenas violadas, sacramentadas también y vueltas católicas.
Creando siempre el inconsciente
en catedrales antagónicas, predicando el cinismo y la cordura, predicando lo
que ha de ser, lo que fue y lo que será. Grandes sensaciones de hastío
desconociendo el hastío. Miles de
cabezas caminando silentes, con un ardor extraño en la hipófisis, les duele el
cerebro pero lo cuajan. Avanzan por la historia, seudoautogobernados. Felices
por la patria constituida, bailemos cueca mierda, dirán 100 años después los de
la junta militar asesina, y nosotros, los seudochilenos zapatearemos fuerte
sobre la tierra, olvidando el sabor nocturno del dolor a cuestas.
2.
Si se ha de recordar el río, si
se ha de recordar la tierra, si se ha de
recordar el cielo, si se ha de recordar el árbol, si se ha de recordar el rito,
mastiquemos limones tremendamente ácidos, hasta que se nos rompa la lengua;
bebamos la sangre del huemul del lindísimo escudo nacional, hasta quedar ebrios
y atorados en el grado alcohólico supremo; forniquemos con el Jesús
revolucionario hasta gestar embarazos múltiples de guaguas agónicas;
implementemos la ley del luto hasta quedar atrapados en el purgatorio de los
lamentos.
Si se ha de recordar el río
bebámonos todas las lágrimas orinándolas en las sacristías callejeras,
violémonos todos y hagamos grandes orgias desatando el impulso de los dioses
pervertidos, inmolando al perdón de los dioses inventados, observemos al sol
fijamente quemándonos la vista y cantemos de esta manera con toda esta mezcla
atrabiliaria en las arterias el gran himno nacional. Y brindemos, feroces, por la
elegía del vino taciturno, nostálgicos del río, de la tierra, del cielo, del
árbol, del rito de la batalla.
3.
Entonemos nuestro himno nacional,
con una enorme mueca, mostrando los blancos dientes, con una cadena del
estrangulamiento, dejando la gran huella en el coro gigantesco de los
escolares. Gritemos fuerte por la blanca montaña de Barrick Gold, por el cielo
azulado contaminado por grandes empresas de conquista. Y cuando lleguemos al
feliz edén preparemos las boleadoras.
Y ese mar que tranquilo te baña,
lleno de peces muertos muertos muertos, reutilizados para empanaditas de
cóctel, prometiéndonos un futuro
esplendor, históricas e histéricas gastroenteritis.
Entonemos nuestro himno patrio,
encima de los árboles, dentro de los ríos, sobre nuestros techos, afuera de la
farmacia, mientras compremos en los malls, en las micros, entre medio de las
multitudes, entonemos nuestro himno patrio, como la gran elegía, como la gran
sátira del crepúsculo inventado.
4.
No tengo nada que decir, solo
escupir ante la patria, ante la seudochilenidad presente, dignificada en
programas de farándula, o en esa seudopolítica.
No tengo nada que decir, solo
escribir grafitis sobre una bandera añeja, sacar hoja por hoja el libro de la
independencia de chile, y zapatear en el copihue para que deje ser decoración
de prostíbulas repúblicas y sangre sangre sangre, largamente por todas las
estrellas baleadas.
No tengo nada que decir, solo
practicar puntería con boleadoras, para significarla en cada paso con la
vibración del kultrún, y dejar de ser chilena, mierda, para ser de la tierra
No tengo nada que decir, me sabe
a lujuria todo esto, la gran contradicción del abismo, un canto mal tranzado,
hipócrita e inservible
No tengo nada que decir, quizás
solo gritar
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